miércoles, 14 de septiembre de 2005

Había una vez...

Un ser que se sentía libre como el viento.
Un ser que sentía placer en compartir su esencia con los demás.
No juzgaba, no medía. No había buenos y malos (en realidad no entendía esas medidas), para ese ser todos eran una chispa de amor en diferentes grados. Esa era su virtud... Ese era su defecto. Sus ojos, imperfectos, sólo veían lo bueno en las otras personas.
Dimensionaba a los otros seres, según la capacidad de amar. Podía encontrarse en su camino, con personas muy "grandes", pero que veía tal vez como "pequeñas", pues no podían entregarse o amar con libertad.
También hallaba seres tal vez muy pequeños, de esos que los otros llamaban "simples", pero que veía inmensos, porque amaban mucho y sin interés.
Nunca se había planteado nada... todo estaba bien así, en su lugar... Iba y venía por la vida, sólo conociendo... "conectándose", aprendiendo... Y estaba bien así...
Y digo estaba... porque así era...
Un día, sin previo aviso, sin motivo aparente, su visión cambió... Empezó a nublarse... Entraron en sus ojos sombras que no conocía, que le impidieron ver, sentir, oír.
Lentamente, se fue cubriendo de capas... Capas duras, de piedra, cemento, que lo alejaban de lo que antes fue...
Las medidas fueron otras, y su conexión con los otros, tomó otros parámetros, otras dimensiones.
Se sintió atrapado, pero también protegido... luchó en un principio, y algunos sacudones en la lucha le devolvieron por momentos su antiguo "ser"... Pero lentamente, inexorablemente, su muralla exterior volvía a cerrarse, protegiendo y asfixiando... protegiendo y alejando.
Hoy, algunas veces recuerda aquello que fue... Sin juzgar... No puede decir, no puede medir (siempre tuvo problemas con eso!) cuál de sus dos seres es más feliz!!!
Hoy de algunas bocas escucha:
Bienvenido seas, a tu edad adulta!!!
(Relato de un viajero, que se dejó ganar por las 3 dimensiones tradicionales)

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