viernes, 23 de septiembre de 2005

No me gusta...

Estar afuera cuando hay tormenta... (tampoco me gusta cuando las tormentas son adentro... mío!).

Hoy llueve, bah... hoy diluvia. Vengo de trabajar...

De pronto, y sin saber por qué (suelen pasarme esas cosas), la previa de la tormenta, el cielo negro a las 6 de la tarde... ese silencio pesado que yo llamo "calma chica", donde por más quilombo a tu alrededor, no logras escuchar sonido, el olor de tierra mojada, todo eso, me lleva a septiembre/octubre de 1985.

Muchos de los que me leen hoy, todavía no habían nacido, o eran muy chiquitos.
Yo salía de trabajar también. Trabajaba en la parte administrativa de una fábrica, en la ciudad de Tortuguitas, al borde de Panamericana.
Era muy "chiquita" aunque yo me sentía RE GRANDE... tenía 19 años.
Mismo cielo negro, misma oscuridad, misma calma chicha... y empezó a llover, fuerte, mucho... Inundación en menos de media hora.
Lo que vino después, creo hoy, es un compendio de la utilidad que tienen esas características mías que a veces odio.
Siguieron 3 hs de caminata, para hacer las 30 cuadras que me separaban de mi casa.
Tres horas de agua hasta la cintura (no es muy difícil, mido 1.59 m). Agua helada, sapos que flotaban a mi lado.
Soledad absoluta, nadie en las calles (todos en sus casas, mirando con pavor como flotaban los colchones).
  • Milagro de mi inconciencia que me movió a seguir adelante, sin pensar en pozos, cables de electricidad q pudieran estar nadando, ni vidrios, ni basura, nada.
  • Milagro de mi orgullo que no me permitió llorar, ni pensarme una mujer desvalida, sólo seguir... seguir... seguir... mi casa, mi espacio, mi familia, están adelante.
  • Milagro de mi capricho que no me dejó subirme a los micros de la empresa, que finalmente quedaron varados e incomunicados, nadando literalmente en la Autopista durante 6 hs.
  • Milagro de esa costumbre mía que me hace volver a intentarlo sobre todo cuando un calambre me hizo caer, y la mano del Supremo quizo, que un hombre que venía detrás mío me levantara justo cuando detrás venía una rueda de camión (nunca me hubiera visto el camionero, ya era de noche, no había luz eléctrica).
  • Milagro de mi forma distorsionada de ver la realidad que sostuvo mi fe en Dios, y en que cuando llegás a un puente es porque estás listo para cruzarlo.

Resumen de mi vida ese evento... Ahí reconozco tener objetivos. Objetivos de metas cortas. Lo importante era llegar...
Y en medio de la noche, empapados y abrazados bajo la lluvia, mis viejos, esperando rígidos, sin poder ni siquiera llorar ni lamentarse, sólo esperando... a esa, que se pensaba tan adulta, y hoy, mirándola en comparación con mi "adulto" hijo, de 18 años también, se me hace tan chiquita... tan indefensa.
No me gusta... estar afuera cuando hay tormenta... pero vale!!!

2 comentarios:

Matildas dijo...

totalmente que vale. Muy bueno.

New-Moni dijo...

Gracias Mati... Bienvenido!